No todas las películas tienen el mismo ritmo o una complejidad tremenda en sus tramas, algunas son sencillas, con pocos personajes y con los diálogos justos para que sus personajes interactúen, así es Un segundo. En esta nueva película de Zhang Yimou, responsable de Hero y La casa de las dagas voladoras, el director nos sitúa en la vida de dos personajes con intereses totalmente opuestos, uno quiere llegar al visionado de una película y la otra quiere robar la bobina de la película. Una historia que nos sitúa en las complicadas vidas de sus protagonistas y que emana un amor increíble por el cine. La experiencia cinematográfica plasmada en pantalla.
Un convicto es enviado a un campo de trabajo en el desolado noroeste de China, durante la Revolución Cultural del país, pero él tiene otros planes. Escapa y huye en dirección al cine de un pueblo cercano, lugar en el que proyectarán una película con un mensaje que está deseando ver. Pero no todo será tan sencillo, una vagabunda está desesperada por conseguir la bobina de la película e intentará robarlo a toda costa.
Los que estén esperando ver una película de luchas y espectáculo visual se sentirán un tanto decepcionados con esta cinta. Desde hace unos años el director nos ofrece un cine más intimo, más dramático y con una dureza mucho más palpable. Un segundo es un drama, uno que logra calar en el espectador y que, sin ninguna duda, logra plasmar una realidad difícil y complicada. La pobreza, la situación política, mediante un estilo más contemplativo y menos frenético, el director es capaz de introducirnos en una historia en la que descubriremos una inusual amistad y el poder de la proyección.
Tengo que reconocer que tras su visionado no logré apreciar la obra al completo, fue con el paso de los días cuando empecé a enamorarme de ella y de ver esos pequeños grandes momentos que esconde la producción. Esa sala de cine repleta, esa proyección a ambos lados de la pantalla, ese dueño del cine, ese momento en el que el pueblo se une para arreglar la bobina,… pocas veces hemos visto una carta de amor a la experiencia cinematográfica como esta.
Quizá a muchos espectadores les parezca una película lenta, es innegable que su ritmo es muy pausado, además de muchos momentos sin diálogos, pero si uno ama el cine y el cine chino, no se puede perder esta pequeña obra de arte con un gusto impecable. La frialdad de su arranque se va trasformando en dulzura según vemos el desarrollo de la amistad entre ambos personajes, además de una fotografía que trasmite la dureza de ese momento en la historia. Es una película llena de alma.
Un segundo ya está disponible en cines.
