La espera ha finalizado. Disney+ llegará a España en unos días, más concretamente el próximo 24 de marzo, pero, gracias a Cuatro, ya hemos podido ver el primer episodio de esta esperadísima serie, The Mandalorian. Tras su estreno en EE.UU., las ansias por ver este estreno han sido increíbles, llegando a conquistar en más de una ocasión las conversaciones en redes sociales. A estas alturas conocemos todos a Baby Yoda, se haya visto la serie o no, pero conocerle no significa que conozcamos su historia.
The Mandalorian se desarrolla después de la caída del Imperio y antes de la aparición de la Primera Orden. Es decir, entre El Retorno del Jedi y El Despertar de la Fuerza, los episodios 6 y 7 de la saga cinematográfica de Star Wars. Durante estos ocho episodios, que son los que componen la primera temporada, seguiremos el día a día de un caza recompensas solitario en los confines de la galaxia, lejos de la autoridad de la Nueva República.
Lo que podría parecer una serie procedimental basada en misiones remuneradas, pronto se vuelve algo mucho más complejo. El Mandaloriano, interpretado por Pedro Pascal (en la mayoría de las escenas, ya que hay episodios en los que no es él el que se encuentra debajo del casco), tendrá que enfrentarse a otros caza recompensas, los restos del imperio y a su pasado.
La siguiente crítica se ha escrito tras visionario el primer episodio de la serie, por lo que puede contener spoilers de este episodio, el 1×01.
Es imposible no enamorarse tras ver el arranque de esta serie, en apenas 1 minunto, Dave Filoni (director) y Jon Favreau (showrunner y guionista), nos demuestran el poder de Disney+ y del fantástico presupuesto del que cuenta la serie. Impactante, quizá esa sea la palabra que define los primeros minutos de esta serie que nos introduce a la perfección en el mundo de Star Wars. Mi primera impresión, y que quizás no compartas, es que la serie logra emanar el espíritu de la franquicia y mostrarnos la serie de Star Wars que todos esperábamos ver, o por lo menos yo.
No es una serie agil, ni tampoco una demasiado complicada y enrevesada, de echo, todo ocurre de manera lineal y mostrándonos todos y cada uno de los pasos de nuestro protagonista, un Mandaloriano capaz de todo para cumplir sus misiones de caza remcompensas y sin ningún estímulo interior y exterior, por lo menos por el momento.
El episodio, el principio de la serie, nos lleva a un paraje helado, al interior de un bar en el que un trio se encuentra amenazando a Mythrol, por lo menos hasta la llegada de nuestro «héroe». Todo pasa muy rápido, y un salvamento rápidamente se torna del revés y el inofensivo Mythrol se corona como el objetivo de el Mandaloriano. Los efectos especiales, las coreografías, e incluso el vestuario y maquillaje, hacen que uno se pregunte si estamos ante una serie o una película. Bendito presupuesto.
Los fans de Star Wars muy rápidamente verán objetos, naves, diseños e incluso cuerpos congelados en carbonita, que les harán recordar las películas clásicas: es una serie hecha con mimo, con amor y con pasión. Se nota.

Nos encontramos en un universo, o mejor dicho, en un entorno, sin ley. Tras la desaparición del imperio, los mundos se encuentran en estado salvaje. Se podría decir que estamos ante una serie con alto contenido de película western. El primer episodio nos muestra un poco de todo, tiroteos, luchas, viajes espaciales, personajes de desahogo cómico y escenas de acción llenas de efectos especiales, TODO lo que se le podría pedir a la serie, incluidos personajes con más de una capa.
Antes de abandonar el primer planeta, el espectador logra conocer a la perfección al protagonista, viendo sus limites, su moralidad y su forma de actuar, logrando una conexión magnética. La palabra no es simpatía, ya que para ello deberíamos ver emociones, pero sí curiosidad. Uno quiere ver más, especialmente tras ver la que será, oficialmente para el espectador, la primera misión a la que se enfrente. Tras aceptar la reunión con «el cliente», de mano del jefe de los caza recompensas encargado de asignar misión, el Mandaloriano se encuentra con un grupo de stormtroopers, un misterioso hombre y el Dr. Pershing. Estos restos del imperio, le hacen un encargo peligroso, conseguir un paquete, preferiblemente vivo.
Por el momento desconocemos las implicaciones que tendrá esta misión en la vida del Mandaloriano, de ese complejo mundo subterráneo con otros Mandalorianos, y de la sociedad de caza recompensas, pero lo que está claro es que aventura y acción sí tendremos. La conversación es tensa, los detalles de la misión muy secretos y mientras tanto el espectador recibe, a través de diferentes flashbacks, retazos del pasado de nuestro protagonista y de la gran purga.
Viajamos al nuevo planeta, conocemos a Kuiil, interpretado por Nick Nolte, y mediante transiciones al más puro estilo Star Wars, nos adentramos en un territorio vigilado y peligroso, siguiendo la señal que indica el transmisor dado por «el cliente» para encontrar el objetivo. Pero todo se complica, llega un segunda caza recompensas, IG-11, que antes de preguntar y sin ser nada sigiloso, se lanza a lo bonzo para llegar a su objetivo, el mismo que el Mandaloriano. Parece que «el cliente» no tenía tantas esperanzas puestas en el protagonista.
La escena del tiroteo es fantástica, bien dirigida, como el resto del episodio, y llena de acción. Unidos, el Mandaloriano e IG-11, logran su objetivo, adentrarse en el edificio que esconde el gran secreto. El paquete. Un pequeño ser de 50 años, nuestro Baby Yoda. Capturarlo o eliminarlo.