Parece mentira, pero llevo 16 años escribiendo de cine y series. Durante todos estos años la industria ha cambiado muchísimo, tanto en el tipo de producciones como en el acceso a ellas. A estas alturas los estrenos en casa, es decir, en streaming, superan con creces lo que uno puede llegar a ver en las salas de cine. Hace unos años todo esto hubiese parecido ciencia ficción.
Lo que empezó como un simple hobby se ha convertido en parte de mi trabajo diario, teclear y teclear sobre producciones que estoy deseando ver o no, nunca se sabe. Es parte del trabajo. No fue hasta 2007-08 cuando asistí a mi primer pase de prensa de manera oficial, no recuerdo la película, la verdad, llevo un rato intentando recordarlo pero me es imposible. Era otra época, era otro momento, me sentía un completo alienígena dentro de una maquinaria de un mundo que me fascinaba. Oficinas de estudios de cine, salas exclusivas para pases de prensa, ser considerado parte de la prensa cultural,… fue totalmente increíble. Ahora, 14 años después, las cosas no funcionan como antes.
Está claro que la sociedad ha cambiado muchísimo y que el alcance de un texto no tiene poder contra una cuenta de Instagram seguida por 1 millón de usuarios, pero… ¿y el valor? ¿Ha perdido el poder de pasión y criterio un texto en el que vuelcas experiencias, conocimientos e información? ¿Los seguidores son sinónimo de entradas de cine?
Durante los últimos años los pases de prensa dan la sensación de ser un mero paso protocolario para muchas distribuidoras, algo que hay que realizar para que un pequeño grupo de personas puedan ver la película y preparar un material, ya sea críticas, entrevistas, artículos,… un paso que en muchas ocasiones ni se produce. ¿Es normal que un estudio de cine no convoque a la prensa para ver una de sus producciones? ¿Es algo anecdótico o se está convirtiendo en la norma?
Ya he mencionado que llevo bastante tiempo asistiendo a los pases de prensa, me siento mayor solo de pensarlo, y he conocido a gente apasionada, amante del cine, que vibran cada vez que una película empieza. «Disfrutadla», «Que os guste», «Luego comentamos»,… son las frases que se han repetido una y otra vez antes del fundido a negro de las salas en las que hemos visto muchas cintas, muchísimas.
Con este único párrafo parece que siempre es todo bueno, ojalá, sería una auténtica gozada salir de todas las películas y amar lo que hemos visto, pero no es así. Hay películas maravillosas, otras buenas y otras muchas no tan buenas, pero es parte del trabajo. Asistir a los pases de prensa es un trabajo, uno que para cumplir necesita de tres cosas: Un redactor, un medio en el que plasmar tu crítica y un estudio que te ofrezca la película. Es un juego a tres. Crítico, medio y estudio. Un juego en el que cada uno damos todo lo que podemos dar. ¿Qué ocurre cuando uno de ellos no quiere participar? ¿Qué ocurre cuando un estudio no quiere bailar contigo y busca una nueva pareja?
Esta última semana ha ocurrido algo bastante sonado en redes sociales, no se ha celebrado pase de prensa de Scream. El estudio ha decidido que únicamente se iba ha celebrar un pase para influencers. Esto ha provocado discusiones en redes sociales, entre los que trabajan de esto y los que piensan que se quejan por pagar una entrada de cine. Creo, sin miedo a equivocarme, que nadie que trabaje en prensa de cine se quejaría nunca de pagar una entrada de cine, esa no es la discusión aunque muchos intenten llevarla por ese lado. La discusión está en que se necesita visionar la película para realizar un trabajo. Es así de sencillo. Ya te lean 100 personas o un millón.
No me entendáis mal. Los estudios son dueñas de las películas, por lo que está en sus manos que hacer lo que crean conveniente. Ya sea hacer pases de prensa. No hacerlos. Enseñarla a influencers. O venderlas a plataformas aunque todos creamos que su éxito en cines sería arrollador. Pero es feo. Tan sencillo como eso. En general, ya que esa sería otra historia, la prensa es muy profesional, realizando un seguimiento y un despliegue que siempre está bastante pobremente pagado, en el caso que lo esté. Y no creo que se merezca ese trato. Un pase de prensa tiene su utilidad y más en una época en la que vivimos los estrenos de miles y miles de producciones mensualmente. Ver con antelación una producción te ofrece el tiempo necesario para trabajar en ella.
Lo que tengo claro es que el marketing, el mundo de los influencer, y la prensa, el mundo de los medios, deben ir de la mano, pero no excluirse entre ellas. Esto es algo que sí está ocurriendo durante los últimos años. Está claro que un estudio o plataforma quiere que su producto se conozca, de ahí campañas de marketing con presupuestos millonarios, pero también quieren que se hable de ellas, ¿no? El SEO, esa pesadilla que carcome a los medios cada noche. ¿Habla de tu producto el SEO? (Trato al SEO como si fuese Manolo, ya es parte de la familia) Si Google no te conoce… es que estas haciendo algo mal.
Raquel Hernández, compañera de prensa y redactora de Hobby Consolas, escribió un texto sobre los pases de prensa hace unos días (Leer aquí) del que os dejo un fragmento, «te topas con otras distribuidoras que se niegan a mostrar sus productos… Con la consiguiente retahíla de palabras vacías para justificar lo injustificable y de engañarte, que es casi lo peor y más triste de todo (deben pensar que somos tan tontos que lo consiguen). Como si en este corral, no nos conociéramos unos a otros DE SOBRA». El universo de los pases de prensa es tan complejo como el multiverso de Marvel. Pero hablaré de ello, en otra ocasión, que todo este tema da para un buen libro.
¿Está poco valorado el trabajo de la prensa cultural? ¿Ha perdido su utilidad? Aquí ya dejo que vosotres respondáis a estas preguntas.