Crítica de ‘Pompeya’, una película que no la salva ni los abdominales de Jon Nieve

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Pompeya, año 79 d.C. Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador, ve cómo a su amor, la joven Cassia (Emily Browning), la obligan a prometerse con Corvus (Kiefer Sutherland), un corrupto senador. Cuando el Vesubio entra en erupción amenazando con destruirlo todo, Milo intentará salvarla… mientras todo se derrumba.

Título: Pompeya
Fecha de estreno: 25/04/2014

Esta entrada contiene SPOILERS de la película.

ESTO NO ES ROMA. NI LA CIUDAD, NI LA SERIE.

Gracias a eOne Spain pudimos asistir a un pase de «Pompeya» y disfrutar de la nueva película de Paul W.S. Anderson, director responsable de la saga resident Evil y de la mayoría de filmografía de Milla Jovovich, su esposa. Y mira por donde, en esta película no sale.

En la película seguimos a un celta, Milo, desde que es niño y es testigo de como una centuria de romanos a las órdenes de Corvus acaba con su familia y su pueblo, hasta que siendo adulto, pasa de ser esclavo a convertirse en gladiador para tratar de ganarse la libertad. El joven es rápido y fuerte, y los mandatarios romanos de visita en Londinium lo fichan para llevárselo a más cerca de Roma: a Pompeya. Al llegar su destino cambia al cruzarse en su camino la joven noble Cassia, que se quedará prendada del celta, de su trato con los caballos y de sus músculos.

Y en mi opinión: ahí está el fallo. Porque si, no lo tienen fácil ninguno de los dos. Su historia de amor no va a ser bonita. Pero para tratarse de una noble y un esclavo, aun es demasiado peliculeramente bonito. Vaya, que la parte de la historia que trata de ellos parece una novela romántica de las de torso en portada. Y otra cosa no, pero torso en portada tiene. Quizás era una pista… sea como sea, el «peliculerismo» empieza a calar en cada escena hasta el final, haciendo que algunos momentos que deberían ser épicos queden te hagan reir o exclamar el «Whaaaaat?» que tan de moda se ha puesto. Y es una lástima, porque hay escenas muy memorables. Las escenas de luchas de gladiadores son geniales. Y la propia erupción está muy muy bien hecha. Otra cosa es que sea históricamente correcta…

¡PIM, PAM, PUM, FUEGO!

La historia nos cuenta que el 24 de agosto del año 79, el humo empezó a asomar por el cráter del Vesubio. Pero, al contrario de como se nos presenta en la película (se dice que de vez en cuando la montaña rugía, pero nada más) los habitantes estaban más que acostumbrados a ello y siguieron con sus vidas. El volcán empezó a dejar caer sobre Pompeya una sutil lluvia de cenizas, para pasar luego a pequeñas piedras volcánicas y, al final, otras de varios kilogramos de peso. Los pompeyanos se refugiaron en sus casas y fueron presa de los vapores de azufre, y los que salían a las calles eran presa de las bombas volcánicas, que acabaron por derrumbar los techos. Evidentemente, fue catastrófico, pero no al nivel que se nos presenta en la película, donde asistimos a un espectáculo al más puro estilo 2012, Independendence Day o, por citar un par de casos más semejantes y cercanos, Volcano o Un pueblo llamado Dante’s Peak.

La película entretiene, eso es innegable. Así que, para disfrutarla, lo mejor es tomársela como una película palomitera y apagar el espíritu crítico. Porque si no, no la salvan ni los abdominales de Jon Nieve.

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