Crítica de ‘Wicked: Parte 2’: Un final épico para una historia que siempre fue una sola

La esperada Wicked: Parte 2 llegó a los cines para cerrar la adaptación cinematográfica del icónico musical de Broadway. Más que una secuela tradicional, esta película funciona como el tercer acto de una gran historia dividida en dos partes, y eso se nota tanto en sus virtudes como en sus pequeñas debilidades. Aun así, el resultado es un final poderoso, emotivo y visualmente deslumbrante.

En esta segunda entrega, la narrativa adopta un tono claramente más adulto y sombrío. Elphaba, ya convertida a ojos de Oz en la Bruja Mala del Oeste, vive en la clandestinidad defendiendo su verdad, mientras Glinda ocupa un lugar privilegiado dentro del sistema que antes ambas cuestionaban. La amistad que las unía se resiente, y el conflicto moral se convierte en el verdadero motor de la historia. Este giro hacia lo oscuro permite que los personajes ganen profundidad, y es aquí donde la película encuentra gran parte de su fuerza.

Interpretaciones que elevan la película

Cynthia Erivo y Ariana Grande están, sencillamente, magníficas. Ambas ofrecen interpretaciones más complejas y matizadas que en la primera parte, aprovechando al máximo el peso emocional de esta conclusión. Erivo transmite la rabia, el dolor y la determinación de Elphaba con una intensidad arrolladora, mientras que Grande dota a Glinda de una vulnerabilidad inesperada, alejándola del arquetipo de “bruja buena” superficial.

Las dos se comen la pantalla cada vez que coinciden, y su relación —marcada ahora por la distancia, la culpa y el amor no resuelto— es el corazón emocional de la película.

Dirección sólida y un espectáculo visual apabullante

Jon M. Chu vuelve a demostrar su dominio del musical cinematográfico. La puesta en escena es ambiciosa, elegante y espectacular, con un diseño de producción que convierte Oz en un mundo vibrante y vivo. El vestuario, los decorados y la fotografía refuerzan constantemente la sensación de épica, haciendo que la película se sienta grande en todo momento.

Visualmente, Wicked: Parte 2 es apabullante. Cada número musical, cada escenario y cada clímax está diseñado para impresionar, y lo consigue.

Un guion atropellado… pero comprensible

El principal problema de la película está en su ritmo. El guion se siente acelerado, con saltos narrativos y resoluciones que llegan muy rápido. Sin embargo, esto no es tanto un error de la adaptación como una consecuencia directa de su naturaleza: Wicked: Parte 1 y Parte 2 fueron concebidas, escritas y rodadas como una sola película.

Aquí nos encontramos, esencialmente, con el tercer acto de la historia. Todo avanza deprisa porque así lo exige la estructura original del musical en el que se basa. Aunque puede dejar la sensación de que algunos momentos merecían más desarrollo, el atropello narrativo es coherente con el material de origen.

Canciones: menos memorables, igual de efectivas

Las canciones de esta segunda parte son maravillosas en ejecución y emoción, pero en conjunto resultan menos memorables que los grandes números de la primera entrega. No hay aquí tantos momentos instantáneamente icónicos, aunque musicalmente siguen siendo sólidas y cumplen perfectamente su función narrativa y emocional.

La comparación con la primera parte es inevitable, y es ahí donde algunas pierden fuerza, aunque nunca calidad.

¿Una secuela o una película partida en dos?

Uno de los aspectos más interesantes de Wicked: Parte 2 es cómo cuestiona el concepto de secuela. Esta no es una segunda película independiente, sino la continuación directa de una misma historia fragmentada. Entenderla así permite apreciar mejor sus decisiones narrativas, su ritmo acelerado y su enfoque en el desenlace emocional por encima del desarrollo pausado.

Wicked: Parte 2 es un final épico, emotivo y espectacular para una de las historias más queridas del teatro musical. A pesar de un ritmo apresurado y canciones menos memorables que en la primera parte, sus interpretaciones magistrales, su ambición visual y su carga emocional la convierten en una experiencia cinematográfica poderosa.

Un cierre a la altura del viaje de Elphaba y Glinda.

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