Crítica de ‘Burning’, la esperadísima vuelta de Lee Chang-dong

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La primera película como director de Lee Chan-dong en 8 años expande un relato de Murakami en una suerte de lento y turbador thriller que al principio no parece más que un drama costumbrista al uso. Con un ritmo muy propio del director, que puede llegar a resultar aburrido a algunos expectadores, se nos va mostrando la caída en la obsesión de Jongsoo (Yoo Ah-in). Empieza con Jongsoo, un chico de clase trabajadora que sueña con ser escritor, encontrándose con Haemi (Yun Jong-seo) una antigua amiga de su pueblo en el centro de Seúl. Ella acaba enseñándole su piso y pidiéndole que cuide de su gato mientras ella está de viaje en África. (al que no vemos nunca en el piso) y acaban acostándose. Cuando vuelve de África no está sola. Viene acompañada de Ben (Steven Yeon), un hombre muy guapo y de buena familia.

Con este punto de partida, Lee Chang-Dong nos presenta a tres personajes muy diferentes entre sí que nos atrapan, especialmente Jongsoo, desde el primer momento. Haemi es una suerte de inalcanzable hada para Jongsoo, a pesar de ese único encuentro sexual. Jongsoo es un chico de pueblo que tiene que volver a la casa familiar porque su padre tiene problemas con la ley. Y, el gran misterio es Ben, un rico y guapo coreano que vive en Gangnam (la zona bien de Seúl) que en un momento dado admite que le gusta quemar invernaderos abandonados.

Cuando Haemi desaparece después de una visita a la casa en el pueblo de Jongsoo, este se obsesiona con resolver el misterio. Misterio que poco a poco se desdibuja pues ya no es lo interesante. Pronto intentar encontrar a Haemi deja de ser lo que mueve a Jongsoo. Su obsesión la traspasa a Ben y a intentar descifrarlo. Nunca se sabe exactamente que le ha pasado a Haemi. Es el gran misterio sin resolver de la película, dejándolo a merced de la opinión del espectador. Cierra así una película lenta pero a la vez fascinante en la que somos los espectadores los que tenemos que responder algunas de las preguntas.

Lee Chang-dong ha vuelto con una película atmosferica, con una fotografía impecable y con una historia envolvente pero que tal vez no sea para todos los públicos, ya que su ritmo un tanto lento puede llegar a sacarte de la historia que intentan contarnos.  El peso de la película recae totalmente en Yoo Ah-in en el papel de Jongsoo, que de manera impecable nos presenta un personaje que se va creando y, a la vez, desdibujando frente a nuestros ojos. Es su obsesión, su locura, y su malestar lo que empuja la película hasta un final catártico que es realmente el único final posible a esta historia. 

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