Yorgos Lánthimos es un director que tengo muy pendiente desde hace tiempo. He visto pocas de sus películas, me vienen a la cabeza Bugonia y Pobres Criaturas, y hoy por fin me he quitado una espinita viendo Langosta. Tenía ciertas expectativas, porque es la favorita de muchísima gente, y aunque me ha parecido muy interesante en lo que quiere contar, llegó un punto en el que la película me expulsó por completo. Entiendo la intención del director, entiendo lo que quería provocarme y la frialdad con la que construye su universo, pero eso no hace que no me haya sacado totalmente. La muerte del perro, en concreto, fue ese momento que me rompió la experiencia.
A partir de ahí intenté reconectar con la película, pero me costó más de lo que esperaba. Sí, he adorado las interpretaciones de Rachel Weisz y Léa Seydoux, ambas increíbles, pero justamente esa frialdad —perfectamente justificada dentro del mundo que plantea— hace que sea muy difícil conectar emocionalmente con los personajes. Me ha resultado curiosa, estimulante en ciertas ideas, pero esperaba más, quizá por las expectativas que había creado la gente o por lo mucho que se habla de ella.

La premisa de Langosta ya es de por sí una locura fascinante. En este mundo distópico, si te quedas soltero te llevan a un hotel en el que tienes 45 días para encontrar pareja. Si no lo consigues, te conviertes en un animal de tu elección. David, el protagonista, elige ser una langosta. A partir de ahí nos meten de lleno en un sistema donde el amor es una obligación social y donde las parejas se crean a partir de rasgos superficiales: tener sangrados de nariz, ser miope, cojear… Lo que sea, mientras haya una “coincidencia”. Es una crítica brutal a cómo se nos obliga a encajar en un molde romántico que, en realidad, no tiene nada de natural.
Cuando la película se va al otro extremo, al grupo de los Solitarios que viven en el bosque, la cosa no mejora. Allí las normas son igual de estrictas, solo que al revés: nada de enamorarse, nada de tocarse, nada de mostrar afecto. Es curioso cómo Lánthimos crea dos espacios opuestos que al final son igual de opresivos. En el hotel te obligan a amar; en el bosque te obligan a no hacerlo. Y en medio de todo eso, los personajes se van apagando, volviéndose cada vez más mecánicos, como si la humanidad fuese lo primero que este mundo les arrebata.
La frialdad interpretativa, que en parte me ha sacado de la película, es una de las claves del estilo de Lánthimos. Los diálogos son secos, las emociones están contenidas al máximo y todo se mueve como si siguiese unas normas invisibles. Eso hace que cueste muchísimo empatizar, pero también es lo que refuerza la idea de que las relaciones, en este universo, están completamente vaciadas de lo que deberían ser. Aun así, admito que la trama entre Colin Farrell y Rachel Weisz me atrapó mucho más que el resto, aunque incluso ahí los sentimientos terminan siendo tan ambiguos y dolorosos que no dejan un espacio cómodo para el espectador.

Langosta habla del amor, pero de un amor deformado por presiones sociales, normas absurdas y expectativas imposibles. Habla del miedo a estar solo, del miedo a no encajar, de la necesidad de encontrar una “media langosta”, una pareja que solo existe porque nos han enseñado que debe existir. También habla del sacrificio, de hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para encajar en lo que se supone que es correcto. Y ahí, evidentemente, entran escenas como la del perro, que te golpean justo porque rompen ese sistema tan medido y tan artificial.
Al final, mi sensación con Langosta es que es una película interesantísima, valiente y llena de ideas potentes, pero que, por su propia forma de ser, me ha dejado fuera más veces de las que me gustaría. Puedo valorar su intención, puedo apreciar el universo tan raro y tan incómodo que construye Lánthimos, pero no puedo negar que, a ratos, me ha costado seguir dentro. Quizá esperaba algo distinto o quizá las expectativas me jugaron una mala pasada. Aun así, es una película que me alegro de haber visto y que, sin duda, da para reflexionar mucho sobre cómo entendemos el amor y las relaciones.

