Estrenada en 2013 y dirigida por Marc Forster (Quantum of Solace, Descubriendo Nunca Jamás), Guerra Mundial Z nos presenta a Brad Pitt en el papel de Gerry Lane, un ex investigador de la ONU que se ve obligado a dejar atrás a su familia para emprender una misión desesperada: encontrar el origen de una epidemia global que convierte a las personas en zombis en apenas 12 segundos. Un mordisco es suficiente para transformar a cualquier ser humano en una criatura rabiosa, veloz e imparable.

La película arranca con un inicio impactante, mostrando el caos repentino que desata la pandemia y la lucha por sobrevivir en un mundo que se derrumba en cuestión de horas. El foco inicial en la familia Lane da un tono cercano y emocional, aunque tras el primer tramo la trama se concentra en el viaje de Gerry alrededor del mundo, con su mujer (Mireille Enos, The Killing) y sus hijas quedando en un segundo plano. Es una lástima, porque Enos podría haber dado mucho más con mayor protagonismo.
En lo narrativo, Guerra Mundial Z no sorprende: la historia es bastante previsible y sigue un camino clásico dentro del género. Pero su gran virtud no está en los giros de guion, sino en la forma en que mantiene la tensión de principio a fin. Las escenas de acción son espectaculares, rodadas con una intensidad que consigue atrapar al espectador sin darle respiro. No exagero al decir que algunas secuencias logran transmitir tanta adrenalina que cuesta no aplaudir en la butaca.
Otra decisión acertada es el tono visual: lejos de recrearse en la sangre o el gore, la película opta por un estilo más limpio, apoyándose en la tensión, la velocidad de los infectados y la magnitud de las multitudes zombis para generar terror. Este enfoque hace que funcione tanto para los fans del género como para un público más amplio que quizá huya de la violencia explícita.

No he leído la novela de Max Brooks en la que se basa, así que no puedo juzgar su fidelidad, aunque es cierto que muchos seguidores del libro señalaron importantes diferencias. Desde mi experiencia como espectador ajeno al material original, la película funciona muy bien como entretenimiento puro y duro, siempre que uno la disfrute sin expectativas de adaptación fiel.
La producción estuvo plagada de problemas —con regrabaciones de escenas enteras y un guion reescrito en varias fases—, pero sorprendentemente el resultado final es sólido y convincente. En lugar de naufragar, como suele ocurrir en proyectos con tantos tropiezos, la película se alzó como una de las grandes cintas de acción del verano en el que se estrenó.
En definitiva, Guerra Mundial Z es una de las mejores propuestas de zombis del cine comercial moderno: intensa, vibrante, espectacular y con un Brad Pitt en estado de gracia. Puede que no innove en la historia ni en la construcción de personajes, pero lo compensa con escenas memorables y una tensión que no da tregua. Un auténtico blockbuster que demuestra que el género zombi aún tenía mucho que ofrecer en la gran pantalla.

